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Un equilibrio Republicano

Tomas Sánchez V. Autor de “Public Inc.”, Investigador Asociado, Horizontal

Por: Tomas Sánchez V. | Publicado: Jueves 11 de mayo de 2023 a las 04:00 hrs.
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Tomas Sánchez V.

El partido Republicano no solo pasó a ser el partido más votado de Chile, sino que el principal responsable de proponer una nueva Constitución. Misión compleja, cuando han sido sus miembros justamente quienes votaron en contra de un nuevo proceso constitucional, y han comunicado sin medias tintas su rechazo a redactar un nuevo texto.

Sin embargo, Chile no se refundó el domingo. Si bien los ánimos están caldeados y todos cansados, no se puede desconocer el agua que ha pasado bajo el puente. Un 78% de los que participaron en el plebiscito de entrada votó por iniciar un proceso constitucional, y dos años después con toda legitimidad un 62% rechazó el texto propuesto. El partido Republicano era parte de ese 22% que nunca quiso abrir esta conversación, pero en democracia, tiene todo el derecho a participar de esta cuando se abre. La paradojal novedad es que la elección del domingo le entregó la responsabilidad de liderar este nuevo borrador a quienes son reacios a cumplir la tarea para la que fueron electos.

“La elección del domingo le entregó la paradojal responsabilidad de liderar este nuevo borrador constitucional a quienes son reacios a ello. Eso presenta la oportunidad de confirmar o desmentir lo que se dice de este partido: que son extremos, incluso populistas y demagogos”.

Todo lo anterior, presenta la oportunidad de confirmar o desmentir lo que se dice de este partido; que son extremos, incluso populistas y demagogos. Yendo un paso más acá, la ineludible interpelación a su nombre, republicanos; quienes ponen por delante el interés público.

Pues bien, más de alguno dirá que no pasa nada si se rechaza un nuevo texto en diciembre, pero liderar un proceso deliberadamente para que termine en eso no le haría honor a su nombre. Una cosa es tener una legítima posición, y otra es ignorar o pasar a llevar las decisiones del Congreso y la ciudadanía, de manera solapada.

Un consenso constitucional es más complejo y sofisticado que una democracia. Al ser las reglas del juego para el largo plazo, la legitimidad que entrega “la mitad más uno” no es suficiente para asegurar un equilibrio republicano. Una “buena” Constitución no lo es sólo técnicamente, sino que en la medida que ella convoque una consenso ciudadano y político amplio. Como dicen por ahí, una mayoría es donde el 51% está de acuerdo en el 100% de las posiciones, mientras un consenso es cuando un 100% está de acuerdo en el 75% del contenido. Un buen texto será aquel que convoque la aprobación de un 75% en las urnas.

Lo anterior es fácil decirlo, pero difícil ejecutarlo. Más aún cuando mensajes simples sin matices le dieron forma a la identidad del partido Republicado, evitando el desgaste inherente al buscar acuerdos. Entrar en el diálogo requiere ser menos taxativo y más conciliador, lo que muchas veces es menos atractivo visualmente, y por lo mismo, fue la centroderecha la que pagó los costos de lograr acuerdos. La misma voluntad de diálogo y ceder que el mundo conservador le aplaude tanto a la centroizquierda, pareciera estar en entredicho cuando les toca a ellos. Menos aún si eso pudiera confundir a su votante.

Pues bien, superar lo anterior es lo que le podría quitar al partido Republicano el apelativo de extremo. El clásico “avanzar sin transar” enarbolado por la izquierda radical, es justamente lo que la define como extremo, y también podría aplicarse para quienes no transen en la derecha. Para no ser calificado como populista hay que respetar los acuerdos institucionales y evitar apuntar a los políticos con el dedo, planteándose como representante del pueblo puro frente a una elite corrupta. Para no ser tildado de demagogo, hay que evitar prometer resolver la migración con zanjas en la frontera. Para superar el calificativo de extremo, hay que dialogar, ceder y liderar acuerdos amplios.

Sólo así lograremos el consenso político y social que necesitamos para dejar de discutir las reglas del juego, pavimentando el camino para abordar todas las problemáticas que el partido Republicano quiere resolver.

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